Dios… nos ha hablado por el Hijo, a quien constituyó heredero de todo, y por quien asimismo hizo el universo; el cual, siendo el resplandor de su gloria, y la imagen misma de su sustancia, y quien sustenta todas las cosas con la palabra de su poder, habiendo efectuado la purificación de nuestros pecados por medio de sí mismo, se sentó a la diestra de la Majestad en las alturas.
Hebreos 1:1-3
Hebreos 1:1-3
Jesús en el lugar supremo
El texto arriba citado presenta el resumen de la obra de Jesús:–“Hizo el universo”: sin él nada de lo que existe habría salido a la luz. Nos llenamos de admiración cuando entendemos algo de esa creación, ya sea lo infinitamente pequeño o lo infinitamente grande, en su increíble complejidad y precisión:–“Habiendo efectuado la purificación de nuestros pecados por medio de sí mismo”: Jesús tomó forma de hombre para venir a este mundo y ser el portavoz de Dios. Luego se hizo nuestro sustituto al recibir en su humanidad la ira de Dios contra el pecado:–“Se sentó a la diestra de la Majestad en las alturas”. Como consecuencia de esa obra perfectamente cumplida, Dios le dio el título de Hijo y Heredero. Claro que ya poseía la gloria de ser Hijo de Dios “antes que el mundo fuese” (Juan 17:5). A esta gloria se suma la que él adquirió como hombre perfecto, habiendo llevado a cabo la purificación de nuestros pecados.Este comienzo de la epístola a los Hebreos nos da la más alta idea del honor que Jesús tiene ahora y de la satisfacción de Dios respecto de aquel que le glorificó totalmente.
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