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viernes, 29 de junio de 2007

UN VISTAZO AL PORVENIR

Cuando digan: Paz y seguridad, entonces vendrá sobre ellos destrucción repentina… y no escaparán.
1 Tesalonicenses 5:3
El cielo y la tierra pasarán, pero mis palabras no pasarán (dijo Jesús).
Mateo 24:35
Un vistazo al porvenir
El 19 de julio de 1992 Paolo Borsellino, «el mayor cazador de mafiosos de Palermo», fue asesinado junto con sus guardias. El horrible crimen fue condenado oficialmente, pero ante semejantes hechos inicuos, una sensación de desamparo también se apoderó de los responsables de la seguridad en Italia.Esta impotencia frente a la injusticia produce un peligroso vacío que algún día podría ser llenado por un “hombre fuerte”, sea o no deseado. Efectivamente, la Biblia dice que vendrá semejante hombre en el tiempo de tribulación que sucederá al arrebatamiento de la Iglesia. Cuando aparezca, en todas partes se dirá “paz y seguridad”. Pero sólo habrá una paz aparente, porque ésta se efectuará sin Dios y será obtenida por un ser llamado “la bestia”, la cual según Apocalipsis 13:1 saldrá “del mar”, símbolo de las naciones en la Biblia. Como dice el versículo del encabezamiento, una destrucción repentina alcanzará a los hombres, y “no escaparán”. Ésta será la respuesta de Dios a ese hombre fuerte.Pero gracias a Dios, aún hoy podemos escapar del juicio, porque él ofrece su salvación a todos. Nos invita a volvernos a él, a confesarle nuestras culpas y a creer en el Salvador, su Hijo Jesucristo. Quien obra así obtiene perdón y paz para su corazón; además se halla al abrigo de los juicios de Dios que caerán sobre este mundo.

UN CHICO, UN FOLLETO Y ....DIOS

Echa tu pan sobre las aguas; porque después de muchos días lo hallarás.
Eclesiastés 11:1

Aprovechando bien el tiempo, porque los días son malos.
Efesios 5:16

Te encarezco… que prediques la palabra; que instes a tiempo y fuera de tiempo.
2 Timoteo 4:1-2
Un chico, un folleto y… Dios
Cada domingo por la tarde un creyente acostumbraba distribuir folletos evangélicos. Cierta vez estaba lloviendo y, como se sentía cansado, decidió quedarse en casa:–Papá, ¿no vas a salir?, preguntó su hijo de once años de edad:–No, llueve demasiado, contestó el padre:–Papá, ¿acaso cuando llueve Dios no salva a nadie? ¿Y si yo fuera en tu lugar?El chico salió y constató que las calles estaban desiertas. Entonces puso sus folletos en los buzones. Para entregar el último, decidió tocar el timbre en la casa más cercana. Le abrió una anciana, cuya cara reflejaba una vida de sufrimiento; él le dijo con una sonrisa: –Señora, ¡vine para traerle el Evangelio!Al domingo siguiente, en la pequeña sala de reuniones de esa misma calle, la anciana se levantó con el rostro rebosante de alegría y dijo:–¡Gracias a Dios el domingo pasado él me envió un pequeño mensajero! Estaba desesperada porque perdí a mi marido y a mi hijo; había decidido poner fin a mi vida. De repente tocaron el timbre con insistencia. Y un chico, como una brisa primaveral, me trajo esta hojita. Al leerla comprendí que Dios me amaba y quería perdonarme. Entonces le pedí perdón y él me salvó.

jueves, 28 de junio de 2007

CRISTO Y ADAN

Como por la transgresión de uno vino la condenación a todos los hombres, de la misma manera por la justicia de uno vino a todos los hombres la justificación de vida.
Romanos 5:18
Cristo y Adán (Leer Romanos 5:15-21)
Adán y Cristo se encuentran cada uno a la cabeza de una generación humana. Esas generaciones son los dos grupos en los cuales puede dividirse la humanidad. Todo ser humano pertenece o bien a Adán, cabeza de una generación caída en el pecado, o bien a Cristo, cabeza de una generación justificada. Las consecuencias de lo que hizo Adán valen para los integrantes de su grupo y el resultado de la obra de Cristo vale para los integrantes del suyo.Hay una diferencia entre los versículos 18 y 19. El versículo 18 afirma que todos los hombres están bajo condenación como consecuencia de la acción de Adán. Pero todos también pueden ser justificados por la obra de Cristo. El resultado de ambas obras concierne a cada ser humano.Pero el versículo 19 no dice “todos los hombres”, sino “los muchos”. Aquí dice a quiénes se aplican en realidad las consecuencias de lo que hizo Adán o de lo que hizo Cristo. El que integra el grupo de Adán ha sido constituido pecador. El que integra el grupo de Cristo ha sido constituido justo.Para nosotros los creyentes el pecado ya no reina para muerte, sino que la que reina es la gracia. Observemos bien que la gracia reina por la justicia, no es que Dios hiciera como si el pecado ya no existiera. Recibimos gracia porque la justicia de Dios fue satisfecha y, por consiguiente, recibimos la vida eterna.

PETICION DE AUXILIO

¿Dónde están tus dioses que hiciste para ti? Levántense ellos, a ver si te podrán librar en el tiempo de tu aflicción.
Jeremías 2:28
Mas vosotros me habéis dejado, y habéis servido a dioses ajenos.
Jueces 10:13
Petición de auxilio
En noticias referentes a una inundación, un incendio o cualquier otra catástrofe, a menudo se lee de algunas personas que viven sin Dios, que repentinamente cuando se hallan frente al peligro, lo llaman para pedir socorro. Estas personas actúan como si el Todopoderoso sólo existiera para protegerlas durante un desastre y para ayudarles en caso de emergencia.Dios se sirve de las circunstancias adversas para mostrarnos cuán desamparados estamos sin él. Podría formularnos la misma pregunta que hizo Jeremías antaño y desafiarnos, diciendo: ¿Por qué me llaman ahora? ¿Por qué no buscan a los dioses a quienes normalmente sirven: el «yo», el dinero, su supuesto poder y grandeza…? ¡Busquen ayuda donde está su acostumbrado interés!Mas Dios no obra así. Con los versículos del encabezamiento sólo quiere que seamos conscientes de lo absurdo y paradójico que es vivir sin Dios y pedir su ayuda sin una efectiva y sincera fe en él. En esos momentos de dificultades a veces no hay tiempo para una verdadera conversión.Dios sigue siendo el mismo. Él dijo: “¿Quiero yo la muerte del impío?… ¿Si se apartare de sus caminos?” vivirá (Ezequiel 18:23). Cada uno de nosotros debe experimentar esa conversión, a fin de asegurarse desde este mundo la felicidad del alma y la vida eterna para el más allá, mientras aún es tiempo.

DIOS NUESTRO PADRE

Habéis recibido el espíritu de adopción, por el cual clamamos: ¡Abba, Padre!
Romanos 8:15

Jesús le dijo:… vé a mis hermanos, y diles: Subo a mi Padre y a vuestro Padre, a mi Dios y a vuestro Dios.
Juan 20:17

Dios nuestro Padre
Uno de los tesoros más grandes que Jesús nos trajo es el de darnos a conocer a Dios como nuestro Padre. A ese respecto, escuchemos el testimonio de Gulshan Sayed, una joven paquistaní, después de su encuentro con Jesucristo por medio de la fe: «Para hablar a Dios podía utilizar una expresión nueva: “Mi Padre”. Veía a Dios bajo un nuevo aspecto. Sí, él era el Ser supremo, pero también era mi Padre. –¡Cuán bueno eres al ser mi Padre!, decía yo durante la noche. Y me sentía reconfortada por un amor inefable que llegaba hasta el fondo de mi ser. El antiguo temor de que Dios se disgustara conmigo por alguna razón había desaparecido».Cuando estaba en la tierra, Jesús, el Hijo unigénito de Dios, vivía constantemente en la intimidad, el amor y la ternura de su Padre. Ahora quiere compartir con nosotros ese amor paternal (Juan 17:23). Si no acudimos a Dios el Padre por medio de Jesús, siempre permaneceremos lejos de él (Juan 14:6). Cuanto más aprendamos a conocer a Jesús, tanto más descubriremos al Padre. Invocar a Dios como Padre es ser consciente del respeto y la obediencia que se le deben. Tal obediencia es el medio de prueba de nuestra fe en Dios y de nuestro amor por el Padre. Pero también tenemos la feliz seguridad de que Jesús dijo: “El Padre mismo os ama, porque vosotros me habéis amado, y habéis creído que yo salí de Dios” (Juan 16:27).

¡ORO!

No os hagáis tesoros en la tierra… haceos tesoros en el cielo.
Mateo 6:19-20
¡Oro!
A principios del siglo XX en Alaska, donde se unen los ríos Yukon y Klondike, se descubrieron grandes campos de oro. Se dice que no existe lugar en la tierra donde haya habido tanto oro junto.No es de extrañar que miles de personas oriundas de todos los países se pusieran en camino para ir allí a enriquecerse. Muchos vendieron su casa y otras posesiones, renunciaron a sus negocios o abandonaron su puesto de trabajo. Con el producto de la venta de sus bienes compraron su pasaje para atravesar el océano. Luego, a pie, alcanzaron con muchos esfuerzos y sufrimientos esas regiones apartadas del Norte del continente americano.El lector está llamado a mejores campos de oro que los de Alaska. No ha de buscar su felicidad entre la nieve y el hielo ni entre bandidos y estafadores. No, debe ganar tesoros eternos en la soleada gracia de Dios. Los tesoros que enriquecen el corazón del ser humano y lo llenan de gozo son el conocimiento del amor del Señor Jesús, quien se dio a sí mismo para salvar a los perdidos y proteger a los suyos con el escudo de su gracia y de su poder, hasta que los lleve a la casa paterna. Estos son tesoros eternos, los cuales no le pueden ser arrebatados.Póngase en camino, no hace falta cruzar el océano. El Señor está cercano a todos los que le piden auxilio. Sólo se necesita abandonar lo que el mundo y el pecado brindan, lo que el apóstol Pablo estimaba “como pérdida” y tenía “por basura, para ganar a Cristo” (Filipenses 3:8).

EL QUE SABE HACER LO BUENO

Al que sabe hacer lo bueno, y no lo hace, le es pecado.
Santiago 4:17
Ésta (María) ha hecho lo que podía; porque se ha anticipado a ungir mi cuerpo para la sepultura (dijo Jesús).
Marcos 14:8
El que sabe hacer lo bueno
Es evidente que algunas personas son más competentes que otras y nuestra responsabilidad corresponde a nuestras aptitudes. Es, pues, normal que quien tenga más capacidades se sienta más responsable de hacer el bien que está a su alcance. Si no lo hace, las Sagradas Escrituras dicen que esa persona comete una falta. Ante Dios es un pecado.Esto es cierto para todos los hombres, pero muy particularmente para el creyente, pues fue salvado de la muerte y del juicio por la única persona que podía hacerlo: Jesucristo el Salvador.Una cristiana puso en práctica esta declaración de la Biblia: “saber hacer lo bueno”. Vivía en Francia, en una región donde una repentina inundación causó la muerte a varias decenas de personas. Esta mujer era enfermera en un hospital rural vecino. Pero ese día no debía ir al trabajo. Mientras estaba ocupada con los quehaceres domésticos en su casa, vio que las nubes se volvían muy densas y tomaban un color verde oscuro, particularmente insólito. No sabía lo que iba a ocurrir, pero estaba segura de que una catástrofe se preparaba y que en estas condiciones su lugar estaba en el hospital, donde su competencia le permitiría cuidar a eventuales heridos. No se preocupó por su casa ni por lo que poseía. Ella sabía cómo hacer el bien y lo hizo.Y nosotros, ¿hacemos siempre el bien que sabemos hacer?