Palabra fiel y digna de ser recibida por todos: que Cristo Jesús vino al mundo para salvar a los pecadores, de los cuales yo soy el primero.
1 Timoteo 1:15
Salvado
El tiempo era caluroso y seco en ese mediodía veraniego. Atravesé el parque de la ciudad en mi bicicleta. De repente me detuve perplejo. Debajo de un árbol se hallaba una tortuga acuática. ¿Cómo había llegado hasta aquí desde tan lejos? El estanque donde vivía se hallaba del otro lado del parque. En esa peligrosa situación ella procuraba moverse en dirección al agua salvadora, pero todos sus esfuerzos resultaban en vano. El peso de su caparazón era demasiado grande y sus patas demasiado débiles. Las huellas que había alrededor de ella marcadas en la hierba, probaban sus inútiles esfuerzos.Mientras la observaba, llegó una compasiva transeúnte que exclamó: –¡Oh, pobre animal, va a morir con este calor!–¿Ve como trabaja para salir de su situación?, le dije. No hay esperanza; sin ayuda está perdida.Con precaución levanté la tortuga, la llevé hasta el estanque y la puse en el agua. En seguida se zambulló y se alejó nadando.La salvamos de la muerte, pues llegamos y le ayudamos. Exactamente así obra Dios con nosotros. Todos nuestros esfuerzos son vanos. Jesucristo vino al mundo para salvarnos, porque nosotros también estamos desamparados.“Cristo, cuando aún éramos débiles, a su tiempo murió por los impíos… Dios muestra su amor para con nosotros, en que siendo aún pecadores, Cristo murió por nosotros” (Romanos 5:6 y 8).
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martes, 7 de agosto de 2007
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