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martes, 10 de julio de 2007

CERTEZA

El Hijo de Dios, Jesucristo, que entre vosotros ha sido predicado… no ha sido Sí y No; mas ha sido Sí en él; porque todas las promesas de Dios son en él Sí, y en él Amén.
2 Corintios 1:19-20

He aquí (Jesucristo es) el Amén, el testigo fiel y verdadero, el principio de la creación de Dios.
Apocalipsis 3:14
Certezas
Delante del templo de Salomón se levantaban dos columnas (1 Reyes 7:15-22). El nombre de una era “Jaquín” (que significa: él establecerá, él afirmará). La otra se llamaba “Boaz” (en él está la fuerza). Como toda la Biblia, este pasaje evoca la persona del Hijo de Dios. En él está el “Sí” –la certeza– y el “Amén”, la realización. En él está la afirmación de la acción y del amor de Dios. Él es el Mesías esperado, el Hijo de Dios. En él está la solución del destino humano. Por medio de él se cumplen todas las promesas de Dios.Ayer vimos la importancia de nuestro sí, el sí de la fe. Pero nuestro sí es muy frágil si no saca su fuerza y su consistencia de la persona de Jesús. Como el Señor siempre es el mismo, nos hace capaces de perseverar, obedeciéndole e imitándole.Nuestra fe es un compromiso y también una entrega confiada a Dios. En su fidelidad hallamos la fuerza para ser fieles. La fe no es la expresión de nuestra propia energía. No pensemos que somos capaces de cumplir lo que Dios nos pide por nuestra propia fuerza. Tampoco debemos considerarnos como enteramente pasivos para efectuar la voluntad de Dios. La vida de la fe consiste en contar con el Señor, momento tras momento, para recibir la fuerza que viene de él.

martes, 3 de julio de 2007

UNA EXPLICACION ACERTADA

Engañoso es el corazón más que todas las cosas, y perverso; ¿quién lo conocerá?
Jeremías 17:9
Una explicación acertada
Cierta vez unos jóvenes conversaban acerca del versículo del encabezamiento. Se preguntaban qué significa exactamente la palabra “engañoso”. Después de haber reflexionado sacaron la siguiente conclusión: «Engañoso quiere decir que el corazón tiene una excusa para todo». Es una explicación muy acertada.Inmediatamente después del primer pecado cometido en esta tierra, Adán supo hallar una excusa al hablar con Dios, diciendo: “La mujer que me diste por compañera me dio del árbol, y yo comí” (Génesis 3:12). Así trataba de culpar también a Dios. Desde entonces, cuando se le pide a alguien explicaciones acerca de una mala acción, casi siempre tiene una excusa.¿Qué opina el lector? ¿Debemos seguir culpando a Dios por toda la miseria que hay en el mundo, por las guerras, las opresiones y los crímenes que cometemos nosotros los seres humanos? Preguntémonos por qué se obra así. Dios nos lo dice: “El intento del corazón del hombre es malo desde su juventud” (Génesis 8:21). Ni siquiera la educación puede cambiar la naturaleza humana. “El intento”, es decir, su voluntad y sus planes están impregnados de mal. Por eso el Señor Jesús dice: “Lo que es nacido de la carne, carne es”. Pero al mismo tiempo muestra el remedio: “Lo que es nacido del Espíritu, espíritu es. No te maravilles de que te dije: Os es necesario nacer de nuevo” (Juan 3:6-7). Experimentamos este nuevo nacimiento por la fe en Jesús, el Salvador. Quien no da este paso, tendrá que encontrarlo como Juez del mundo. Entonces ya no habrá excusa.

lunes, 2 de julio de 2007

EL BAUTISMO


¿O no sabéis que todos los que hemos sido bautizados en Cristo Jesús, hemos sido bautizados en su muerte?
Romanos 6:3


El bautismo (1) (Leer Romanos 6:1-7)
La inmensa abundancia de gracia que Dios nos ha demostrado por Cristo nos llena de asombro. Cuanto mayor es el pecado, tanto más abunda la gracia. Pero eso no significa que se puede seguir viviendo en el pecado. Si alguien piensa así, no comprende nada de la obra de Cristo ni de lo que Dios ha hecho con el pecado. En Cristo Él juzgó el pecado, o sea la fuente, la raíz que produce las obras malas. La Biblia dice lo siguiente: “Nuestro viejo hombre fue crucificado juntamente con Cristo” (v. 6). Tan cierto como que Cristo murió, nosotros también como creyentes somos asociados en su muerte, morimos al pecado. Así que en realidad, para el creyente, es imposible seguir viviendo en el pecado.Para reforzar este argumento tan sencillo, Pablo se vale del bautismo. Aquel que fue bautizado, reconoce y declara de manera pública que la muerte era la única solución que Dios tenía para el pecado. Lo único que Dios puede hacer con alguien que vive en el pecado es dejar caer sobre él el juicio de la muerte. Al ser bautizados reconocemos esto y en un sentido simbólico nos dejamos sepultar con Cristo. Igual sucede en la vida diaria: alguien que ha fallecido debe ser sepultado. Para esa persona ha terminado la vida terrenal y después del funeral ya no se puede ver nada de ella. Si estamos bautizados, eso también vale para nosotros. La vida pecaminosa de antes se acabó y la nueva vida es nueva en todos los sentidos.(Mañana continuará)

EL BAUTISMO 2


Nuestro viejo hombre fue crucificado juntamente con él, para que el cuerpo del pecado sea destruido, a fin de que no sirvamos más al pecado. Romanos 6:6


El bautismo (2) (Leer Romanos 6:1-7)
Como creyentes fuimos identificados con Él en su muerte y en su resurrección. Debemos mostrarlo a nuestro alrededor. Si el mundo no ha cambiado, yo sí que he cambiado. Ahora vivo de una manera nueva, distinta. El mundo en el que antes me sentía a gusto ahora ya no tiene nada que ofrecerme. ¿Con qué se puede alegrar a alguien que ha fallecido? No tiene ningún sentido ofrecerle algo a un muerto, porque ya no puede recibirlo. Ya no puede desarrollar ninguna actividad. La obra de Cristo en la cruz es radical. Allí nuestro viejo hombre fue crucificado con Él y allí fue destruido “el cuerpo del pecado”. Esta expresión abarca todo aquello en nuestro ser que el pecado podía utilizar para expresarse. Todo lo que hacíamos cuando aún éramos pecadores estaba en manos del pecado. Sólo vivíamos para nosotros mismos. Ahora que todo nuestro ser fue crucificado con Cristo, no sirvamos más al pecado, porque hemos muerto. Y puesto que no se espera nada de alguien que ha fallecido, en el ámbito espiritual es lo mismo. Hasta las leyes humanas abandonan todas las acusaciones y cargos contra un muerto. Según el derecho, tal persona es libre de culpabilidad. Dios hizo morir “nuestro viejo hombre” en Cristo. Debemos creerlo de la misma manera que creemos que nuestros pecados, nuestros malos hechos, han sido perdonados por su sangre.

JUSTO DEL OTRO LADO

En la casa del Señor moraré por largos días.
Salmo 23:6


Por la fe Jacob, al morir… adoró apoyado sobre el extremo de su bordón.
Hebreos 11:21


El tiempo de mi partida está cercano… He acabado la carrera.
2 Timoteo 4:6-7

Justo del otro lado
Para volver más pronto a su casa, una niña acostumbraba atravesar el cementerio. Cierto día alguien le preguntó si no sentía miedo al pasar por ese lugar de noche. –No, contestó la pequeña, mi casa está justo del otro lado. Para usted, ¿qué hay justo del otro lado del cementerio? Para mí, que confío en la obra del Señor Jesús, justo del otro lado también está la casa de mi Padre celestial; lugar de reposo junto a Jesús.
La señora S. estaba moribunda en el hospital, sin embargo su rostro se iluminó al exclamar: –Ayer estaba muy mal y creí que el Señor venía a buscarme, pero tengo que esperar todavía un poco para irme al cielo. ¿El cielo? ¡Es mi país!
Muy cerca, un pabellón que forma parte del hospital abriga decenas de enfermos terminales. Un televisor trata de distraer la mente de los pacientes con imágenes y canciones. Todo está estudiado para entretenerlos a fin de que no piensen en la muerte. ¿Quién se pregunta si están preparados para encontrar a Dios? ¿Partirán sin saberlo y sin conocer su destino? Quizá pusieron todo en orden en la tierra pero, ¿están en regla con Dios?
Y para usted, ¿qué hay justo del otro lado de la muerte? ¿Está su casa, la casa del Padre?